Como ella no hay nadie:
Después de haber estado en el colegio desde las nueve y media, llego a casa sobre las seis, y allí está ella, con una sonrisa de oreja a oreja, como si el día no hubiese pasado para ella, como si llevase dos horas despierta, aunque realmente lleva despierta más de doce horas, no parece sentir el cansancio.
Cuando subo a mi cuarto, me espera lo de siempre, todo recogido, la ropa dobladita, la mesa de estudio completamente despejada de cachivaches. Los primeros síntomas son de indiferencia, pero tras unos segundos, me llega a la mente, la imagen de ella haciendo todo, y me remuerde la conciencia, y desde este momento, querido lector, es cuando comienzas a valorar lo que ella hace por ti.
Sonrío aunque sé que estoy solo. Las cosas de la casa empiezan a hablar por sí mismas y cada una de las cosas que ella ha movido, limpiado y planchado, me susurran que están ahí después de mucho cansancio, de sacrificio, y de entrega, y que quien las ha dejado allí, las ha dejado sin buscar nada a cambio.
Sé que como ella hay más en el mundo, que se tiran todas sus horas que tienen medianamente "libres" para poder hacer todo esto en vez de sentarse y relajarse.
Ella es: mi madre.
Manuel A.
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