Francisco, o Isco como le llamaban sus amigos, siempre fue el más movido de mis hermanos. Su picardía sacaba a mi madre de sus casillas, pero siempre tuvo una habilidad especial para metérselos a todos en el bolsillo.
Sin darnos cuenta francisco, nuestro francisco, empezó poco a poco a cambiar, a convertirse en otra persona. Era como un extraño con el cual era muy difícil convivir. Ahora Isco no tenía amigos, sólo colegas. Además nos tenía a todos muy desconcertados.
A veces resultaba muy cariñoso y eso nos llenaba de alegría porque soñábamos que volvería Francisco, al hermano que estábamos perdiendo. Sin embargo, esa esperanza duraba poco porque el cambio de humor era tan brusco y en tan poco tiempo, que llegábamos incluso a temer por nosotros. Un día, algo se estremeció en nuestro interior cuando las sospechas dieron paso a las más terrible realidad, Isco era preso de las drogas. Nuestro mundo se venía abajo y mis padres no paraban de preguntarse en qué habían fallado.
La vida nos ha enseñado que no se puede dar a nadie por perdido. Todo el mundo merece ser ayudado incluso cuando se encuentra en las mismas puertas de la perdición. Hoy Francisco vuelve a ser aquel niño tan majo, que aunque no pudo acabar sus estudios, lucha cada día para ser feliz sin tener sus manos encadenadas a la droga.
Rafael I.
No hay comentarios:
Publicar un comentario