Solidaridad:
¿Has visto alguna vez esos programas en los que nos muestran las nefastas condiciones en las que viven algunas personas del tercer mundo? Creo que no, los hemos mirado, pero no los hemos visto. Después de verlos detenidamente sería imposible volver a nuestros quehaceres, sin que algo nos sacudiera por dentro.
Nuestra sociedad y el gigante de la publicidad en particular, han conseguido un embotamiento de nuestra sensibilidad, de tal manera que ya no somos capaces de sufrir por el prójimo. Luchar contra ésto es el gran reto al que muchos padres de enfrentan, preocupados por la pérdida de valores en nuestros jóvenes.
Muchos de ellos prefieren vivir su vida fuera de todo compromiso, son grandes amantes del arte de hacer lo que quieren, cuando quieren y como quieren... que erróneamente denominan libertad. Sin embargo, otros jóvenes no dudan en dedicar un mes de sus vacaciones a personas menos afortunadas que viven en lugares muy lejanos. Seguramente les ilusiona poder ayudar a personas que la vida no les ha tratado tan bien como a ellos, sin ser conscientes de que recibirán mucho más que aquellos a quienes ayudan y acompañan.
Unos y otros son aparentemente iguales, pero si la felicidad está en sentirse útil y en sentirse querido, cuando el sufrimiento ajeno nos preocupa, habremos puesto la primera piedra para empezar a construir eso que todo hombre persigue, llamado felicidad.
Rafael I.
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