Después de que el zorro se le apareciese, el principito se encontró con un niño:
— Buenos días —dijo el niño.
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió y vio al niño tirado en el suelo.
—¿Quién eres tú? —preguntó el principito—. ¡¿Qué haces ahí tirado?!
—Soy un niño —dijo el niño.
— Juega conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No puedo jugar contigo —dijo el niño—, no tengo fuerzas.
—¡Ah, losiento! —dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
—¿Qué te pasa?
— Tengo hambre —dijo el niño— ¿me ayudas?
—Eres muy pequeño, ¿quién te cuida? —le respondió el principito—. ¿Como puedo aydarte?
—Los hombres que tú buscas —dijo el niño— son malos. ¡Nos matan y nos dejan sin comida!
Buscan tierras, o niños para trabajar. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas a esos?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué te pasa? —volvió a preguntar el
principito.
—Es por no comer —dijo el niño—, necesito comer para poder mantenerme en pie.
—¿No comer?
—Efectivamente, —dijo el niño—. En este sitio hay poco para comer, además los hombres malos vienen aquí a luchar por un trozo de nuestra tierra, con violencia, quemando nuestros campos y dejando a niños como yo abandonados.
No consigo comprender — dijo el principito —
—Es posible —concedió el niño—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
—Los hombres no ven esta verdad —dijo el niño—, pero tú no debes olvidarla, no se gana nada luchando, todos somos iguales.
Gonzalo I.
No hay comentarios:
Publicar un comentario