Hay canciones que te ponen la piel de gallina. Hay canciones que contienen frases, melodías o mezclas de estas dos capaces de despertar en nosotros una extraña sensación que provoca un cosquilleo en la piel, una lágrima de felicidad en los ojos que no llega a caer nunca de ellos y un deseo y sensación de felicidad absoluta capaz de sacar toda la porquería que llevamos encima. Se trata de canciones perfectas. Se trata de canciones que todos deberíamos llevar siempre a mano pero escucharlas solamente en los instantes precisos porque sino perderían toda esa magia que nos transmiten. Se trata de ese punteo de guitarra, ese piano inconfundible o esa frase que no sabes de dónde la han sacado porque no es creíble que haya sido creada por un humano. Se trata, también, de momentos en los que descubres que tus oídos no tienen límite de volumen, y esto mejora la focalización de tus sentidos y con ello el disfrute de cada acorde.
Os dejo una, solo una porque al compartirlas se puede correr el riesgo de perder estas sensaciones (haced clic en el título, solo para spotify):
A partir del minuto 2:27. Justo cuando se quedan el banjo y el piano acabando el segundo estribillo, poco a poco van desapareciendo pero de repente el banjo cambia y empieza a subir solo y se le suma el piano. Es justo ahí.
Manu B.
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