Al llegar al siguiente planeta, el Principito pudo observar un lugar diferente, ya que estaba repleto de objetos que no sabía muy bien lo que eran; no daba crédito, mirara donde mirara cualquier objeto llamaba su atención.
Pasó toda la mañana y tarde observando y usando todos esos objetos que le hacían sentir muy feliz pero a medida que iba pasando el tiempo, se dio cuenta de que llevaba todo el día en el planeta sin haber visto a nadie; así que, con su afán de encontrar, buscó por todo el planeta hasta que encontró a un anciano sentado y con cara triste.
-¡Buenas tardes! -Dijo el Principito.
-Buenas tardes. ¿Cómo es que has llegado a parar a mi planeta?-.
-Voy viajando por los planetas de mi alrededor buscando. Debes de ser muy feliz con tantas cosas-.
-La verdad es que no, he tenido todo, absolutamente todo lo que se me ha antojado durante mi vida, pero jamás he conseguido tener algo que ahora ansío-.
-¿Cómo es que sí has tenido todo lo que has querido no tienes lo que ahora ansías?-.
-Por un simple motivo, toda mi vida he sabido pedir, pero nunca dar. Han pasado muchos como tú por mi planeta, se quedaban unos días, mientras observaban las cosas que poseo pero al tiempo se marchaban ya que no permitía que tocasen más que algunos objetos-. Respondió el anciano muy apenado.
-Entonces me marcharé, ya que no sabes dar y no podrás aportarme lo que busco-
-Pequeño, antes de que partas, quiero al menos darte algo, debido a que quiero enmendar mis errores. Recuerda esto por siempre: Actúa en tu vida de forma que las personas que te rodeen, te quieran por quién eres, y no por lo que tienes.-
El Principito escuchó esto y partió con una sonrisa, guardando en su corazón el gran consejo que le había dado el anciano.
Álvaro C.
Álvaro C.
< y partió con ese gran consejo en su corazón> |
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