Llego el principito a un planeta muy raro. En ese planeta se
decía que habitaba un hombre que iba de planeta en planeta y no se sabía por
qué. Cuando el principito llegó a ese planeta, se encontró un instante con
dicho hombre, pero este se fue corriendo. Diez minutos más tarde se volvió a
encontrar el principito con este hombre y ya le preguntó:
-
Hola, ¿qué tal? – dijo el principito.
-
Hola. Pues un poco cansado la verdad. – Contesto el
hombre
-
No me extraña, vas de planeta en planeta todo el día
sin descansar y nadie sabe por qué.- Respondió de nuevo el principito.
-
Bueno – contesto el hombre – es que mis amigos me
necesitan-.
-
Pero, ¿no te cansas de ir de aquí para allá todo el
día?- preguntó el principito.
-
Si mis amigos me necesitan, nunca me cansaré de ir de
aquí a sus planetas. Los amigos se ayudan en todos los momentos, tanto si estoy
cansado como si no. A mis amigos nunca les faltará mi ayuda si la necesitan porque
a mí me gustaría que ellos estuvieron en mis malos momentos, aun estando ellos
cansados. – respondió el hombre.
-
Y, si alguna vez discutís ¿seguirías ayudándoles? –
preguntó de nuevo el principito.
-
¡Claro! – respondió el hombre. – Discutir no es
sinónimo de enfadarse. Además, nosotros sabemos que uno de los pilares de
nuestra relación es la sinceridad y, aunque la verdad a veces duele, siempre lo
decimos para ayudarnos no para ofendernos -.
-
Bueno, me tengo que ir – dijo el principito.
-
Adiós – contestó el hombre.
De esta manera, el principito se fue a su último planeta, La
Tierra, pensando en la lección que le acababa de dar este hombre.
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